domingo, 3 de septiembre de 2006

Volver a empezar...

Queridos niños, pre-adolescentes, púberes y repetidores colgaos:
Os hablo desde la comprensión. Yo también conozco ese lugar hostil que es el colegio, insti o la uni (sus múltiples identidades secretas) Por eso, en esta época del año y, pese a mi límpido historial escolar, me uno a vosotros en contra de los Corticoles.
¿Pero qué coño es un Corticole? Yo, personalmente, creo que es una forma encubierta de llamarnos cortos a todos los estudiantes, si no ¿a qué ese nombre? ¿Qué mente retorcida es capaz de idear eso?
-Oye, que a partir de ahora la excusa para poner los libros y demases parafernalias escolares a cojón de mico se llama Corticole...
-Ah, pues vale...
¿Y por qué esa ilusión de volver a empezaaaaar otra vez, volver a estrenaaaar zapatos y liiiibros? Es como si creyeran que estrenando mochila y pinturillas de Alpino, el curso está tirado. Como si te drogaras de alguna manera:
-Jolines mami, que al año que viene la seño ya no está...
-Sí Paulita, ¡pero te he comprado una mochila con ruedas de las Bratz!
-¡Anda! ¡Pos mola! ¡Cómprame también unos bolis Bic, que el lapiz me parece muy infantil, porfi mami, anda, jo!
¿Y qué decir de el traumático cambio de estuche? Sí hombre, cuando ya no está repleto de plastidecor, sino con cuatro bolígrafos (ninguno de colorines), una regla llena de numerajos, compás y transportador. Yo creo que el cambio lo impone el tipex. Ese líquido blanco que si viene en cinta se despega al escribir, que si es de bote no se seca ni en el Sáhara, y que experimenta un extraño placer cuando revienta y te enmarrana todo... Hay pruebas fehacientes de que se puede utilizar tipex todo el año sin comprártelo ¿Cómo? ¡Pues pidiéndoselo al pringao de la clase, que siempre hay dos o tres por cada veinte alumnos! ¡Solidaridad de la buena, oiga!
Y los recreos también se las traen... En vez de saltar a la comba, jugar al escondite inglés (algún día se descubrirá el porqué de ése nombre) chillar, reír, berrear, caerte y rasparte las rodillas o tirar a las niñas de las coletas, llegada a cierta edad, la máxima actividad es:
-Ir al bar a por un bocata.
-Fumar un pitillo.
-Decir: "Tío, qué rollo"
Aunque bueno, lo de caerte y rasparte algo, te da excusa para ir a que te curen. En mi colegio, la encargada era una mujer bastante rara, con una fe ilimitada en el mágico elixir rojo (la incombustible mercromina) y sus múltiples aplicaciones:
-Me he hecho una pupa...
-Toma un poco de mercromina.
-Me duele la cabeza...
-Ten, mercromina.
-Tengo diarrea...
-¿Quieres mercromina?
-Me he abierto una postilla...
-Lo siento, pero vino Danielín con dolor de tripa y no me queda mercromina...
En fin, queridos compañeros, sólo me queda daros un pequeño consejo antes de volver al redil: Si os encontráis con alguno de los pequeños aliens que protagoniza los anuncios de los temibles Corticoles... No dudéis en atacar. Hay que eliminar esa estirpe.

1 comentario:

Scarlett dijo...

Ay chica, qué razón tienes, y que ganas de pegar a los niños de los Corticoles me entran cada vez que veo el anuncio aunque debo reconocer, un tanto contrariada, que tengo ganas de volver a la universidad.
Por cierto, en mi colegio la señora encargada de las pupas era una monja con un cargamento de Reflex, ay, el Reflex y su inconfundible olor... que tiempos aquellos (todo era tan fácil...)
Un besito, Scarlett