viernes, 16 de noviembre de 2012

Baile de máscaras

Últimamente has vuelto a convertirte en mi depredador especializado. Hay tantas presas con ojos de gacela que habitan esa sabana inmensa llamada noche, que confié en que la manada me protegería. Que la próxima vez que te viera con los labios ocupados devorando un cuerpo, no sería el mío.
Error. Uno más, quiero decir.
Tú solías alimentarte de mis muslos. Y yo me empadroné en tu bragueta. Éramos dos completamente conocidos jugando a desconocerse; hasta que el baile terminó y cayeron las máscaras.
Ahora, no habrá otra manera de volar que no sea olvidándote. No queda sino arrancarse el puto cerebro. Que sangre lejos, muy lejos; lejísimos de mí.. Que huelas el rastro y creas que he huido. Mientras, te juro que intentaré autoconvencerme de que hay otros carnívoros capaces de devorarme con la misma ternura que tú.
Lo más duro será decir adiós a tu espalda inmensa como una llanura. Dejar atrás esas manos de relojero, tu vientre tenso como parche de tambor. Aprender a odiar ese olor que incita a amar. Despedirme de tu perfección, en suma.
... A un corazón de hueso como el mío no le conviene un perro guardián.