lunes, 30 de julio de 2007

O todo o nada

¿Y cuando sientes que no hay nada?
Nada que hacer, nada que esperar... Nada, en suma, que lo merezca.
¿Que merezca el qué? Y yo que sé... Si no hay nada.
El Verano es mi nada personal. Amanece,. Y yo respiro; se supone que estoy viva. Pero vegeto, a lo sumo fotosintetizo. Y no necesito más. Pienso demasiado, y no puedo dejar de sorprenderme cuando alguien se extraña de mi mutismo.
¿Cómo? ¿Que llevo horas sin hablar? ... Ah, claro. Por mucho que piense y dialogue mentalmente sólo son eso: pensamientos. No palabras.
Al menos, no en voz alta...
Que alguien me dé una razón para abrirle la puerta al gato éste llamado Melancolía que cada vez se frota más contra mis piernas. Yo no tengo valor. Ni ganas.
¿Por qué? Porque... No tengo nada.
Pero cuando no hay nada puedes esperarlo todo. Todo es posible si no hay nada que lo impida. La nada o es mucho o es nada.
Pero sigue sin haber nada... Aunque pueda haberlo todo, aunque existan miles de grandes quizás.

jueves, 26 de julio de 2007

Las bicicletas no son para el verano

Llevo siete días sin sangrar letras por ti. Eso no quita para que no te piense.
Es el verano; tan sólo el maldito verano. . Cuánto añoro mi querido invierno.
Por eso hoy monté en una bicicleta naranja y pedaleé diez kilómetros dirección Villamuriel de Cerrato. Me crucé con varias personas que disfrutaban de una mañana de sol a orillas del río Carrión. Se dedicaban a las actividades propias -pesca, paseo, conversación animada- de aquellos que hieden a risa; de los henchidos de plenitud.
Yo en cambio huía. Tal vez de sus sonrisas o de la -pestilente- felicidad con que contaminaban burbujas de aire a su alrededor. No sé. Nunca sé por qué. Pero hinqué los pies en los pedales y me escondí tras mis gafas de sol.
Contuve la respiración cuando me acerqué a una familia particularmente risueña que extendía un mantel a cuadros junto a la dársena. No quise robarles ni un sorbo. Tampoco sé por qué.
El camino resbalaba a causa de la gravilla. Los olmos daban sombra y parecían orgullosos de ello. Algún junco me arañaba los tobillos, y hasta el zumbido de los mosquitos tenía ritmo sinfónico. Pero yo pedaleaba y sentía que algo se me iba escurriendo del alma por entre los radios de la bicicleta.
Mejor. Menos peso.
No quise recorrer aquella serpiente negra en forma de carretera. No me gusta lo fácil. Tome el sendero de la izquierda siempre que llegué a una encrucijada. El camino era casi mi amigo; sin cuestas, sin gente, sin sol abrasador. Llegué al pueblo y compré una hogaza en la panadería de toda la vida para mi madre.
Mientras regresaba a Palencia la bolsa bailoteaba alegremente colgada del manillar. Dejó de hacerlo cuando paré al ver aquello negro entre la hierba.
Sí, era un pajarillo. Un polluelo de avión común que probablemente habría caído del nido. Piaba y algo en su socorro me partió en dos.
Bajé de la bicicleta y lo cogí con cuidado. El plumón cosquilleaba. Pesaba lo que pesan cinco cigarrillos. Dejó de piar. Abrí las manos y dio un salto hasta posarse en mi dedo índice.
Me miró con unos enormes ojos negros y voló lejos. Muy lejos.
En silencio le pedí que me llevara.

miércoles, 18 de julio de 2007

El último de los 113 test

Teóricamente ya puedo conducir... Claro que, aún deberé aprobar la parte práctica del examen tras unas cuantas clases al volante y a la vuelta de mis vacaciones agosteras...
Pero, ¿y lo bien que sabe haber cumplido, a la primera y sin errores?

viernes, 13 de julio de 2007

Un día

Ahora sí. Ahora sí que duele.
Cuando sólo son veinticuatro las horas que amenazan con matarme; es ahora cuando me abruma el dolor que durante diez días no he sentido por ti.
No sé si habrás hecho vudú conmigo en tus nueve noches solitarias allá lejos; o si es ahora cuando te acuerdas de , y por eso nuestros ojos conectan aunque no puedan mirarse aún. Pero sí, me duele mucho.
Podría engañar a las horas, pero no a . Odio cuando no puedo imaginar que no existes; no me gusta que me ates, aunque tus manos me ofrezcan el extremo libre de la cadena con que me amarraron tiempo atrás... Y puedo escribir sin desvelar jamás tu nombre, pero basta leerme y saber que te adoro...
Por más que busco, las pastillas para no soñar de Sabina no existen.

jueves, 12 de julio de 2007

Las mejores... Respuestas de test

... No puedo resistirme a la tentación de ofreceros una selección de las mejores respuestas que me encontrado en la montaña de test que vengo afrontando. Aseguro que todas ellas son reales.

1) ¿Qué debe hacer si observa niños cerca de la calzada? Nada, porque los niños siempre se comportan conforme a las normas de tráfico.
2) ¿Qué debe hacer si no quiere que un menor abra la puerta trasera en marcha? Que un adulto vaya vigilándolo a su lado.
3) ¿Cómo debe comportarse si un agente de la autoridad acciona las luces de emergencia circulando detrás de usted? Devolviéndole la señal con ráfagas de las luces de carretera de mi vehículo.
4) ¿Qué debe hacer en caso de deslumbramiento? Deslumbrar a mi vez al conductor del vehículo responsable.
5) ¿Qué debe hacer si encuentra animales sueltos en la calzada? Bajar del vehículo y mover los brazos para ahuyentarlos.
6) ¿Quién debe ceder el paso en un paso a nivel? El vehículo que circule por los raíles.
7) ¿Qué debe hacer si un herido en accidente de tráfico ha quedado atrapado dentro de su vehículo? Tirar de él, retorciéndole si fuera preciso, hasta liberarlo.
8) ¿Qué debe hacer con un herido si sangra por boca y nariz? Acostarlo boca arriba.
9) Como norma general, ¿debe quitarle el casco a un motorista herido? Sí, a menos que se oponga por vergüenza.
10) ¿Cuál debe ser su comportamiento en caso de dificultades para adelantar? Vengarme del vehículo que circula detrás de mí reduciendo mi velocidad, tocando el claxon fuertemente.
11) ¿Qué usuarios de la vía entrañan más riesgos al ser adelantados, por la rapidez de sus movimientos? Los ancianos.
12) En caso de hemorragia leve en un brazo, usted debe... Realizar un torniquete sin pérdida de tiempo.
13) El alcohol, ¿afecta siempre a la conducción? Sí, mejorándola notablemente.
14) ¿Qué debe hacer para evitar un deslumbramiento de noche? Ponerme gafas de sol.
Y... sin duda, mi favorita:
¿Qué debe hacer ante un herido que presenta graves quemaduras?
a) Pinchar y cortar las ampollas existentes.
b) Despegar la ropa que haya quedado adherida sólo si el herido está consciente.
c) Aplicar alcohol sobre las lesiones.

miércoles, 11 de julio de 2007

Psico ¿qué?

Hace mucho que no cuento nada acerca de mis periplos en la autoescuela; y pese a que las prácticas darán seguro mucho más que escribir, me decido a ello para contaros una de las experiencias más inusuales de mi vida: el psicotécnico.
Hace una semana ingresé en el comité de expertos, y me llevé una media de 17 preguntas Julianas/día de regalo sobre una variedad de temas que ríete tú de la Encarta: que si velocidad, que si maniobras, que si carril VAO, carril habilitado para circular en sentido contrario al habitual, carril reversible, carril adicional circunstancial, carril de aceleración, carril bus, carril para tráfico lento, carril bici...
... Creo que el día de mañana padeceré carrilofobia; dios mío, ¿de veras existen tantos diferentes?
a) Sí.
b) Sí, como norma general.
c) Sí, siempre, en cualquier caso.
Ya hasta pienso en test... Cualquier pregunta que me hagan se me presenta con sus tres opciones; y para colmo en lenguaje tráfico. Es el acabóse, por no hablar del porrón de señales que en cualquier momento -véase curva de visibilidad reducida- pueden asaltarte desde el arcén y morderte en el cuello si no las entiendes. O eso, o hacerte suspender un test, las muy perras.
Así que yo he decidido cortar por lo sano y presentarme el 18 al teórico, ¡ar! Y claro, he tenido que hacer el psicotécnico, y rascarme el bolsillo para apoquinar 32 eurazos que a día de hoy no sé para qué -insértese vocablo malsonante- eran.
Llego allí y me hacen pasar a una salita tamaño feng-shui, oscura como boca de lobo. Tras jurar sobre la Biblia que llevo lentillas -porque yo lo valgo no; porque soy miope- y sentarme en un taburete giratorio, me invitan a decir hacia qué lado están abiertos los símbolos de la pantalla.
Siempre he querido mentir como una bellaca en estos casos, para ver la cara que se le quedaría al oculista; pero no lo hice. Tapándome primero un ojo y después el otro, respondí sincera cual Pinocho. Luego me encasquetó unas gafas -parecidas a las Wayfarer de Bob Dylan- con un cristal de kriptonita y otro de rubí; digo, uno verde y otro rojo, por aquello del daltonismo.
Abrió entonces un librito y me dijo que qué veía. Yo respondí:
-Ahora una mariposa, un rombo, un cuadrado, ahora un redondel, ahora un... un... ehm... -y me cabreé- ¿Qué es esto?
-¿No lo ves? -dijo ella, como que fuera obvísimo (patada al diccionario)
-Pues no... -dije yo, amilanada, y comencé a preguntarme si ser daltónica estaría bien, y tal.
-Es un comecocos, como el del videojuego este, el... -se trabó.
Y aquí yo me vengué:
-Se llamaba Pac-man -dije con voz fría de Clint Eastwood.
-¡Eso, Pac-man! Bueno, no te preocupes, el 90% de la gente no lo ve si no se lo digo.
"Qué honor", pensé yo, justo antes de que aquella mujer me llevara a otra sala aún más minúscula pero afortunadamente iluminada. Allí me tomó la presión, el pulso y me auscultó -recordé entonces mi terrorífica experiencia con un principiante, no sé por qué.
Después me hizo unas preguntas:
-Dime todas las enfermedades que hayas padecido.
-Pero... ¿todas? -pregunté, incrédula.
-Sí, todas -tono de voz molesto.
-Vale, pues... Catarro, varicela, catarro, catarro, a veces catarro y... déjeme pensar... catarro -contesté sin vacilar.
Vale, sí; soy un poco gamberra. Pero quedaban más preguntas:
-¿Fumas?
-No -y pensé en él.
-¿Te drogas? -vaya, esta mujer pisa fuerte.
-No.
-¿Te automedicas?
-No.
-¿Pastillas para dormir, tranquilizantes...?
-No.
-¿Bebes?
-No, y por si le interesa, tampoco hago el resto de funciones vitales.
Me ignoró olímpicamente, y prosiguió con sorna:
-Vaya, qué chica más negativa... A todo me ha dicho que no... A ver si cambiamos eso... ¿Alguna fractura, lesión...?
-No.
-¿Ingresaste alguna vez en el hospital?
-No.
-¿Enfermedades infectocontagiosas?
-No.
-¿Te cansas mucho al subir una escalera?
-¿No podría deducirlo a partir de mis anteriores respuestas?
Aquí ya se terminó la encuesta, y pasamos a otra sala donde la -buena- mujer me rogó que esperase.
Así lo hice, sentada ante una máquina que reposaba plácidamente, probablemente en espera de su clímax, provista de dos mandos en forma de T. Cuando mi médico predilecta regresó, me dijo que aquel aparato serviría para medir mi coordinación ojo-mano. Sin más preámbulos, enchufó aquel chisme, y, ante mis ojos, en la pantalla aparecieron dos rayitas -coches, los llamó ella- en sus respectivos senderos.
Para describirlos y no extenderme innecesariamente, diré que parecían sacados del Paint por un bebé sietemesino.
Comenzaron a moverse, y vi que el caminito de la derecha hacía una curva. Se va a enterar ésta, me dije, y la tracé que ni Rossi. Pero, ¡ay! la raya, digo, el coche de la izquierda también se las traía, y pronto me vi inmersa en un serpenteante circuito que mareaba. Fruncí el ceño, pero lo desfruncí al comprobar que aunque me saliera del camino, aquello no pitaba.
La mujer estaba a lo suyo y no me prestaba la más mínima atención, así que yo, por darme el gustazo, dejé que el coche de la derecha se saliera del camino. El psicotécnico salió desastroso, pero como la máquina no pitó, la mujer lo achacó a un error técnico y me felicitó por mi inusual destreza.
Y, después de que estampara su firma en medio de la foto que me pidió, salí de allí alegremente, sintiéndome un poco más... ¿estable, psicológicamente hablando?

Hereford

El ánimo doblado; como una servilleta. Ya nada tiene sentido.
¿Nada?
Eso es lo que te crees; lo que desesperadamente retransmites en riguroso directo... Tú, que tiras la toalla, tú que no luchas, tú que hace tiempo perdiste los dientes de morder, de herir... Tú... No quiero escuchar tu cantinela miserable ni por un minuto más.
Vete.
Tus palabras no me llegarán jamás; vivimos en otra galaxia. Y lo sabes. Tu mensaje fúnebre, funesto y fatídico se pierde entre los miles de kilómetros que nos separan; aunque en un paso puedas estar junto a mí estás lejos... Muy lejos.
No me interesa tu risa; tus ojos son más bien fríos. Tirito ante ti. Tú ensanchas tu sonrisa.
No entiendes nada, nada... Ni a , ni a ellos; no creo siquiera que puedas autocompadecerte. Y en eso nadie puede ayudarte, amigo.
Por eso sueles agachar la cabeza y asumir tu derrota antes de dirigirte a mí...
¿Ves?
Por eso digo que eres como un animal doméstico, como un toro Hereford al que las mutaciones arrebataron los cuernos.

jueves, 5 de julio de 2007

Diez días

Y si son diez días; y si es inútil que me diga -o que me digan- que no es nada, apenas un suspiro del verano...
Y si este mordisco que apenas he dado a mis vacaciones no sabe a nada... Será mi culpa, que me obsesiono con causas que, si no perdidas, les falta poco; será porque... Y yo qué sé por qué será...
Tiempo para todo; sí... Pero no se me ocurre nada.
¿Te escribo un poema? ¿Te dibujo? ... Los diez días no pasarán más deprisa si grabo tus ojos un poco más profundamente en mí... ¿Verdad?
Mierda. Tampoco lo sé.
Pero sí; son diez días. Diez. Te vas de acampada y aquí me quedo, esperando como los perros de autopista, buscando rastros invisibles; peleando contra las ganas de gritar la verdad.
Y ahora... Dime (porque lo sabes, lo sabes) qué hago... Y qué harás ; si sé que me vas a añorar, que te va a doler en tus ojos de almendras...
¿Cómo deambularé por las calles, prendida de la aguja de tu mirar; si sé que mire donde mire, no te voy a encontrar?