sábado, 29 de diciembre de 2007

¿Sabes... ?

... que amanezca para quien lo necesite.
Para quien tenga algo.
(o alguien)
Yo no. No espero nada.
Nada.

Todo es demasiado complicado.

Pero dicen que
"si algo ha de pasar pasará"
Si consiguiese creerme estas palabras
quizás mañana me despertaría de buena gana.

Quizá algún día será mi día.
Tal vez.

Así que...

... esperaré impaciente al amanecer
-por si acaso.
Y mientras,
cómo evitar sentirme estúpida...

lunes, 24 de diciembre de 2007

Díamalo

... Hoy es Díamalo. Y no; no es un concurso de obviedades ni yo soy tan competitiva en ello como House. Es que a mí las Navidades me sulibellan, me obnubilan, me alienan, ¡ea!
Para celebrarlo como merece he estado en el Carrefúr de mi ciudad, Pryca para los palentinos de pro. Compruebo entusiasmada cómo este centro comercial sigue enorgulleciéndose impertérrito de colocar la sección de tallas grandes junto a la bollería industrial.
Guau. Eso sí que es preocuparse por nuestra conciencia y lo demás zarandajas, fruslerías; mandangas, vaya. Dios; hoy estoy alegre con los sinónimos rebuscados y la gramática redundante. Debe de ser eso que llaman el espíritu de la Navidad. Si es que existe...
Y, viendo el tremendo riesgo de que esta entrada sea una nueva excusa para mis desvaríos mentales, me despido con la poca dignidad que aún conservo.
Sed buenos y aparentadlo -sí, a veces veo Identity, qué pasa.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Soneto al desengaño

Despeina la luna, derrocha besos,
pero tú tranquilo; yo soy de hierro,
te dio miedo buscarme entre el hielo.
Tan sólo quise robarte unos versos.

Tonta me dijeron; ahora toca tragar,
atracar un pobre banco en Enero,
los bolsillos llenarme de tu dinero,
aprender a odiar, a naufragar...

Hoy día mis días desprecio en realidad,
solías ser mi manual de autoayuda.
Y sabes hacerme daño de verdad.

Le robaste tus letras a Neruda,
no sé qué más quieres ya, ¿verme llorar?
... Muerde el dolor como una barracuda.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

El limón indefinido

Hoy mi buen amigo bastón-largo, proyecto de médico, volvió a aprovecharse de mi aburrimiento.
Y ahí estaba yo, de nuevo en una clase que no tengo. Ginecología y obstetricia, para más señas. Toma ya.
¿Suena mal? Pues bueno fue.
Miedo inicial de que el simpático profesorcillo descubriera que servidora es sólo una pobre Bióloga primeriza. Risa nerviosa y, por qué no, cierta expectación. Comienza la clase, y "déjame mirar los apuntes que si no se nota mucho"
El señor saca un puntero que más bien parece un taco de billar. A mí... A mí me da la impresión de que todo el mundo entiende. Y caigo en la cuenta de que soy oficialmente la "alumna" más pequeña del aula, exceptuando quizá algún que otro hematí.
Bueno... Daría el pego de no ser por mis marcadas expresiones de asco ante imágenes de patologías vaginales tales como prolapsos genitales o los dolores más puntuales del mundo: los quistes de Bartolino, en palabras del docto doctor -valga la redundancia:
Duelen a las 3 y a las 8 ya tienes la vagina asín de hinchá.
Pero claro, es que los médicos ya tienen los ojos pelados de tanto andar por la jaula. Ante esas dantescas y peludas visiones ellos como si nada, oye. Yo, a cuadros.
Durante la clase me perdí completamente y dejé de reconocer mi propio conejo... Fuera caras raras, por favor; sólo estoy hablando del forro de la capucha de mi abrigo; lo rocé con la mano y no supe lo que era... Que una tiene que explicarlo todo...
Pero sin duda la perla de la clase ha sido el caso del endometrio monjil.
Me explico:
Una vez vino una monja a la consulta. Sí, una monja. El caso es que tenía endometrios en los bíceps y cuando menstruaba la mujer se ponía que ni Schwarzenegger.
¿Entendéis? Yo, no.
... Y tras esta maravillosa hora en la que, a juicio de bastón-largo, me lo pasé pipa y lo que "aprendí" podrá serme de gran utilidad en un futuro, nos fuimos a comer.
Y nos ponen paella. Con limón. Ejem. Qué tos más tonta.
Y tras exprimirlo -como mis entradas- quedó una imagen como ésta.
Y claro, tras pasarnos una hora viendo vaginas... Adivinad a qué se nos parece...

Como el hipo

Hoy, perdida como siempre en medio de una inmensa hora de Bioquímica, volví a elaborar una de mis teorías instantáneas -como el café etiquetado; bien domesticado en su botecito multinacional.
Tú... Tú eres como el hipo. Eres una sensación mundana, que afecta a todos. Provocas risas y dulces compadecimientos. Todos -todos, sí- te hemos sufrido alguna vez.
Qué cosa más tonta -y más cabrona- eres.
Vienes sin avisar y tu llegada no es nunca bienvenida. Inoportunamente nos haces saltar, temer, reír, llorar; tratamos de disimularte y no podemos. Bueno... Quizá no queremos.
Al menos no quiero yo.
Eres, además, ridículamente molesto. Y nadie -nadie- sabe a ciencia cierta cómo desterrarte. Cada cual cree estar en posesión de la verdad, con mil remedios y fórmulas que -se supone- harán que no vuelvas.
Y, como el hipo, te vas dejando un dolorcillo que tiene mucho de orgasmo.

martes, 18 de diciembre de 2007

Soneto al plasta

Para hablar de ti te pusimos mote.
Como un dictador, fase de meoisis,
canción con chocolate; nos salió así.
Y es que no queremos que se nos note.

Raro pareces, plata tampoco eres,
yuyu nos dan tus lunas messengeras,
amigo caracol, que no te enteras,
con un poco de de suerte igual te mueres.

Es broma, joder, no te lo tomes mal,
eres más majo que los hematocitos.
... Bueno, vale, sí, me caes pelín fatal.

Ya ni podemos pedir "un poquito",
la marca del tiburón es mundial.
"Parece que quieres me vaya", cito.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Los retos y yo. Yo y los retos.

¿Alguna vez has pensado qué es lo que le da sal a tu vida? ¿Por qué aceptas vivir, que los días no se deslicen sin más, seguir arrancando la hoja del mañana en tu gris calendario?
Mi vida es una lucha. Por eso quiero seguir viviéndola.
No; mi existencia no es desgraciada, ni las condiciones en que me encuentro podrían calificarse de áridas. Tampoco es que no haga lo que me guste, ni que desconozca el sabor de la felicidad -sabor que, por otra parte, es diferente para cada uno de nosotros.
Sencillamente me gustan los retos.
¿Optar por el camino fácil, la opción cómoda... ? No, gracias.
¿Quedarse callada cuando sabes que eso te evitaría problemas? Tampoco.
¿Elegir una personalidad muda, integrada en la masa colectiva, aparcar mis gustos particulares, maquillar mis filias y fobias? No... no me verás así.
Sin embargo, no son estas las batallas que me hacen sentir que sigo viva. No; estas pequeñas rencillas no me preocupan en absoluto. Son meros soldaditos de plomo que, ciegos, se malhieren en una inmensa guerra, absurda como todas.
Mi lucha particular es -como no podría ser otra- el amor; mi némesis. Desde que descubrí esta maldita, bendita emoción jamás lo he tenido fácil.
Un día elaboré mi propia teoría:
A cada persona nos atrae un defecto hasta los límites mismos de la perdición.
Si encuentras a una persona enviciada en ese defecto, estás atrapada. O atrapado.
Mi defecto particular es socialmente repudiado por los demás. Sé que si te lo cuento enseguida oiré cómo me dices que no soportas a esa clase de personas. Y yo haré como que te entiendo, y me lamentaré de mi debilidad, y esbozaré una sonrisa que se supone pretende excusarme con dulzura.
Y tú menearás la cabeza y me compadecerás, regocijándote mientras piensas en el
-seguro- mucho más encantador defecto que te atrae.
Pero en cuanto me des la espalda, pensaré que tú no conoces el sabor de los canallas. Me reiré abiertamente de tu desprecio por ellos, de tu preocupación por el daño que me puedan hacer. Créeme; lo sé.
Y me solazaré en el placer infinito que sé se obtiene cuando te ganas el respeto, el cariño desmedido de uno de ellos.
... Y es que está claro que a mí me atraen los abismos. Si no no puede explicarse lo que ha anidado en mí disparando todas las alarmas de peligro.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Terminar con todo

... Hay veces en que la contradicción entre querer y poder se muestra más fiera que nunca. En ocasiones debes elegir no entre lo que quieres y lo que no; sino entre morir o vivir, ganar o perder, ser o no ser.
Ojalá toda esta locura pudiera liarse en un pequeño cigarrillo, fumármelo y terminar con todo.
Aunque ya se sabe que los sentimientos son como esos cánceres con filtro: nunca vienen solos -sino con una docena de compañeros-, y parecen terminarse pronto; pero dejan su huella en forma de tumor.
Benigno o maligno, ya es otra cuestión. Duelen igual.