miércoles, 25 de abril de 2007

Te hablo a ti

Explota miserablemente
tu ridículo tema de conversación.
Supón que te escucha.
Invierte en papeletas que aseguren
vuestra relación;
que ningún ciego se beneficiará de ello.
Olvida que en realidad te odia,
sigue creyendo que estás a un paso del amor.
Haz tuyos refranes y pamplinas,
sé el hazmerreír,
despierta de todo menos envidia;
tómate un poco en serio.
Finge que te gustan
esos silencios hostiles.
Mírale a los ojos sin verlos.
Ensaya con cautela
un prudente nunca más.

martes, 24 de abril de 2007

Haiku (I)

Historia de ti.
No existen letras negras
que prometan fin.

jueves, 19 de abril de 2007

"Lo primero que tenéis que saber...

... es que Marx no era el quinto hermano"
Con este apabullante juego de palabras, mi profesor de Filosofía comenzó con el amigo Karl. Hubo algún compañero que se preguntó extrañado "¿Pero los hermanos Marx no eran tres?", y otros ya directamente ni se lo plantearon y siguieron resolviendo el sudoku -la clase de Filosofía multiplica enormemente su presencia en el aula.
(Por si acaso, aclararé que los hermanos Marx eran, en efecto, cinco: Groucho, Harpo, Chico, Zeppo y Gummo, que no llegó a salir en las películas... Ninguno de ellos llamado Karl en la realidad. Un aplauso para los que lo creían... Sinceramente; qué fenomenos)
Nuestro querido amigo Marxiano -no, no nació en Marte sino en Alemania- dice que quiere poner su filosofía al servicio de la clase trabajadora. Vamos, que a los que curramos nos pone pingando y de pobrecillos na' más empezar...
Y no hablemos ya del capitalismo... Marx lo pone más verde que la esperanza. Según él, está llegando a un desarrollo tal que está en crisis ¿Absurdo? ¡Qué va! Como el capitalismo crece, y crece, y crece -repetir las veces que se consideren oportunas para percatarse de que, en efecto, crece-; pues llega un momento en que no se puede controlar. Y entonces, ¡cataplúm!
Pero... ¿Por qué Marx critica al capitalismo, si es el mismo que comercializa las salchichas Frankfurt de su Alemania natal? Pues porque su afirmación principal es que los seres humanos nos movemos por la producción. Como tenemos que trabajar para vivir -no al revés-; al final terminamos pensando de la manera en que vivimos y no viviendo de acuerdo a la manera en como pensamos. Fácil, ¿verdad?
Como yo tampoco entiendo un comino, aprovecho para poner el ejemplo súper-ilustrativo de mi profesor: Hay un grupo de cazadores que cazan -no iban a hacer bolillos, claro- con piedras y se reparten lo que cazan. Un día, unos cuantos aprenden a manejar el arco -y digo yo, ¿a fascículos o por el Home English?-, con lo que cazan individualmente y se quedan la pieza para ellos solos. Es ésta la clase dominante, que se niega a ponerse al nivel de la clase trabajadora -los paletos de las piedras- porque se sabe superior.
Al final, dice Marx, se producen varias cosas:
1) Una alienación del hombre. Esto no es verse todos los programas de Cuarto Milenio, no; sino no poder escoger la vida propia, lo que de siempre se ha llamado el ajo, agua y resina ¿Que por qué no podemos escoger nuestro trabajo o simplemente no trabajar? Marx aporta cuantiosas razones. Viendo esto en nuestro grupo de cazadorcillos, los tontol'abas de las piedras, al estar dominados por los chachi-guays del arco, no pueden elegir ser otra cosa más que los pringaos' de turno.
2) Una revolución -¡los tanques!- de la clase sobreexplotada ¿Sobreexplotada? Pues sí. Para explicar esto, el colega Karl habla de un aspecto dentro de la producción: el beneficio. Según él, los capitalistas buscan el máximo beneficio en sus empresas -nos ha jodido, Karl. Como el producto que fabriquen los obreros tiene -teóricamente- el mismo valor que las horas de trabajo que han invertido en él, si los capitalistas -de mierda, debía pensar Marx seguramente- obtienen beneficio es que escatiman dinero del sueldo del trabajador ¡los muy perros!
Así que Marx, que ante todo es un tío tranquilo y realista, recomienda a los obreros dos o tres cosillas tontas: que si llevar a cabo la revolución, que si la lucha de clases, que si derrocar a las clases dominantes e instaurar la dictadura del proletariado... ¡Toma ya! No pide nada, el amigo...
Y luego ya se desata completamente y dice que si las generaciones presentes -tras la dictadura del proletariado- trabajan duramente, llegará a conseguirse el socialismo, estado en el que los medios de producción son propiedad del Estado. Hasta que un buen día, con las generaciones presentes convertidas en pasadas y supongo yo que hasta el gorro de trabajar, llegaremos al magi-comunismo, estado en el que puedes hacer lo que te dé la real gana.
Por poder, como si no trabajas... Como según Karl -y probablemente bajo el efecto de alguna droga dura- la producción será tan grande que no necesitaremos ya trabajar para nada... ¿Quién no querría vivir así, sin preocupaciones?

lunes, 16 de abril de 2007

Espejo de feria

Ansiedad con que escucho
el ruido del viejo ascensor.
Imagino pasos hacia mí. Hacia mí.
Detengo la música y me contaminas .
Qué mejor banda sonora.
Qué mejor que el acorde maldito
de tu alma de trovador.
Espejo de feria en tus ojos sinceros,
mil millas de tu piel morena.
Dibujas con un carbón tu mueca fiera,
sonrisa torcida al este del Edén.
Hay mucho de maldad en tu mirada.
Tientas. Matas. Te sabes vencedor.

domingo, 15 de abril de 2007

Momentos

Dos terrones en un mundo amargo,
la ramita de perejil de Karlos Arguiñano.
La tilde que distingue te de té,
la cuarta cifra del 1,2,3.

Eclipse solar en Las Bahamas,
el primer café de aquella taza.
Un busca que no conoce captura,
encontrarse un buen día trece herraduras.

Aquel currusco de pan duro,
cero, nada, o simplemente nulo.
El candado del Abierto 24 horas,
dos nunca podrán hablar a solas.

Buscando en el cajón de sastre,
el nudo traicionero que no se deshace.
Jeringuilla del docto principiante,
el sex-appeal del maleante.

La tiza azul del billar,
el segundo último de la cuenta atrás.
Venus de Milo en bañador,
compra ya tu casa en Marina D'Or.

miércoles, 11 de abril de 2007

Navajazo de ojos

Maldición textil, castigo de tela;
la ropa que empaña tu piel.
Coraza canela,
azúcar de caña. Poema empalagoso
en el que no te reconozco.
Se rasga el papel de lo rutinario.
Rayos de sol que nos bañan,
regalo de un instante de belleza.
Un mundo contenido en pocos segundos;
el poder de una visión. La tuya.
Navajazo de ojos,
diálogo como pretexto de un tú y yo.
Mueca dentada y sonrisa extraña.
Impaciencia que desdeña el no.

jueves, 5 de abril de 2007

"Porque lo digo yo"

Quedo con mis amigas para ver la comedia Porque lo digo yo; perfecta para no pensar y reírte de lo que seguro será una completa americanada... Allá vamos, se apagan las luces de la sala y...
Una secuencia en la que tres mujeres vestidas de gala -estilo Ágatha Ruiz de la Prada- charlan entre ellas aparece sin más. Tras unos quince minutos, pregunto totalmente en serio que cuándo empieza la película. Y resulta ¡que ya llevamos un cuarto de hora de la misma! Pues yo ni me había enterado, joder. Como no ha habido ningún anuncio una se pierde...
Es una película bastante mala, infumable diría yo, pero con un par de actores guapos. La mierda de guión es todo un detalle por parte del director, puesto que el inevitable desenlace chica encantadora pero infeliz encuentra chico que parece malo pero es un cielo y llena de caramelitos su hasta entonces desdichada vida permite que podamos dedicarnos por completo a frivolizar odiosamente sobre el físico de los dos actores que se pelean como dos gilipollas por el amor de la protagonista -que, por no faltar a la tradición, tiene la habilidad interpretativa de un perchero.
El uno -arquitecto modelo de ojos azules- nos recuerda mucho a un compañero de clase. A comentar tocan. El otro -músico y rompecorazones a sueldo- parece un cabrón pero -pronostico yo- seguro que hace feliz a la chica -que, todo hay que decirlo, se ríe como Steve Urkel y es más patosa que un pulpo en un garaje; un cielo, vaya.
Al arquitecto le conoce por la madre -que tiene miga, la tía-; al músico porque se la pega un globo en el culo -sí, en el culo- y el otro la invita a un helado porque dice que reduce la electricidad estática -venga, tío, si quieres ligar con ella no te hagas el interesante...
Así que hala, a ver quién hace la mayor estupidez -llevarla a cenar a un restaurante de muchasmil o a una clase de guitarra para la tercera edad son sólo dos ejemplos- para conquistar su pobre y roto corazón... Cómo exagera la jodía. Claro, con esos dos maromos ya se puede, ya.
Y en medio de todo este embrollo, la madre de la susodicha chica resulta ser una pesada cum laude. Vamos, que hasta pone un anuncio de contactos de tropecientas palabras para encontrarle novio a la hija... Además parece que está liada con su perro -que, para más inri se llama Cooper, como Gary Cooper, del que es fan la madre; la sospecha de zoofilia se cierne inevitablemente sobre ella-; cosas de la viudedad, supongo.
Resultado: la chica -mejor dicho, la muy perra y zorrona- termina saliendo con el músico que parecía tan cabrón tras haber estado acostándose con los dos -de ahí lo de perra y zorrona- porque descubre que es ¡¡un maravilloso padre soltero -para que luego digan que las mujeres somos las únicas que venimos con sorpresa- que todavía vive con su padre!!
Aparte de ello; la tía ésta -que trabaja como jefa de catering- y sus dos hermanas -psicóloga la una, ignoramos el qué la otra- hablan entre ellas y delante de su madre acerca de sus bragas, sus polvos, su récord de orgasmos -establecido en ocho-; lo típico, vaya, mientras se prueban zapatos o se juegan a piedra, papel, tijera quién se queda con su adorada progenitora cuando ésta enferma.
¿Cómo acabará este caos?
La madre -tras una memorable secuencia en que le pregunta a la hija que qué se siente cuando se tiene un orgasmo, a lo que la aludida responde con la palabra genial, pronunciada unas 347 veces durante el filme- termina liada con el padre del músico; como que se lo montan el día de su boda con el traje y todo... Por cierto, que los lunares para casarse como que no me pegan; pues ella los lleva, oye.
Y el músico, tras cabrearse -bien, por fin algo de sensatez en este culebrón- con la chica por ponérselos y bien puestos con el arquitecto, va y la perdona -previsiblemente- con estas palabras: Te quiero porque hueles a masa de bizcocho.
... Y yo, ante esa sorprendente revelación, no puedo decir nada más. Ahí queda eso.

lunes, 2 de abril de 2007

Un temblor extraño

Camino por la calle de los que buscan marcha en un bar. Paso por delante de esa sala con mesas de billar.
Te veo.
Imposible explicar cómo te reconozco. Pero así es. Ése eres .
Quién sino.
Quién esa camiseta negra. Quién esos vaqueros caídos. Quién la mirada amartillada y peligrosa. Quién.
Entro.
Finjo muy mal que lo que busco es una partida de billar y no tu presencia. Ellas, ellos; tus amigos me ven entrar.
Tú pareces concentrado. Pero sólo lo pareces. Me has visto, y tu rostro no quiere alzarse, tatuado el miedo al qué dirán. No dices nada. Nada. Y con un elegante movimiento de muñeca marcas gol.
Yo paso, finjo como tantas veces no verte. Pero el rabillo del ojo se me rebela y te vigila.
Y tú; tú que te jactas de ser el rey del futbolín. Tú que no concibes un juego sin victoria, tú... Oigo a tus amigos comentar lo mal que, de repente, juegas. Un temblor extraño se ha erigido dueño y señor de tus nervios de acero.
Estás a punto de perder. Frustración. Juramentos. Pura rabia.
Y yo intento romper la formación en triángulo de las bolas de billar de mi partida. Curiosamente desde mi mesa te veo. Casi me divierte verte jugar tan mal.
Pero... Malditas bolas; malditas ellas, multicolores y felices.
Fallo como tú fallas. Juego sencillamente de pena. Igualmente comentan; a esta chica le pasa algo.
Yo sonrío. Pero me enfado contigo. Tú te enfadas conmigo. Todo en silencio y a lo lejos.
Cuando nos vemos se nos rompe el derecho a ganar. No. No sin un buen motivo...
... Y cuando te vas; cuando te vas miras hacia mí. Increíble. Justo cuando te miré yo miras.
Hay ojos que se ven, que se reconocen. Y no me saludas. No te saludo yo.
Pero sé que algo en tu corazón ruge. Feroz.