Visión
Vas sentada en la parte trasera del coche; el lado derecho de tu cabeza rebotando contra el -duro- respaldo.
Los cascos del MP3 firmemente prendidos de tus oídos; Patti Smith y su voz ronca llenan el silencio roto por el motor. Antes habías estado mirando kilómetros de asfalto pasar; incluso viste dos o tres rapaces que parecían engarzadas de los nubarrones, sujetas a los caprichos de Eolo.
Se te cierran los ojos. No es que tengas sueño; pero una somnolencia tan real y triste como los cadáveres de erizo que de trecho en trecho aparecen se apodera de ti por momentos.
Imaginas que es así como debe sentirse el paciente en manos del anestesista.
Y, ahora sí, no luchas contra -sea lo que sea- lo que viene a por ti y cierras los párpados. No duermes, disfrutas de la música sin que nada te distraiga. Y permaneces así durante quince minutos, media hora; no lo sabes a ciencia cierta. Lo único que sabes es que el mundo exterior te es completamente ajeno; no oyes nada que no sea tu respiración y una guitarra eléctrica.
Entonces, sin motivo aparente, abres los ojos; y vuelves a cerrarlos ante la repentina visión de un cartel con su apellido. Olvidaste que hay un pueblo homónimo, y te pegas un susto de muerte. Vuelves a tu ensoñamiento ciego, nerviosa.
Pasa lo que a tus adormilados sentidos les parece una eternidad -el reloj, en cambio, aseguró dos minutos- y vuelves a abrir los ojos sin saber por qué. Esta vez sientes cómo el coche acelera para adelantar a otro vehículo. Es de color blanco inmaculado. No aciertas a distinguir la marca, pero hay un detalle que dispara tu pulso y te perla la frente de sudor.
Conduce alguien sospechosamente parecido a su padre. Y en el asiento trasero -como tú, como tú-, con un hastío que reconoces como el que ahora mismo sientes, hay alguien que si no es él debería pagar por el pecado de parecerse tanto. Lleva sus mismos cascos, su misma camiseta; y lo que es más grave: su mirada, que dirige hacia la ventanilla en busca, como tú, de algo que no acierta a comprender.
Me temo que no hay equivocación posible: era él. No te vio, pero pondrías la mano en el fuego a que sintió un repentino bienestar.
8 comentarios:
jaja! tendrías que haberme visto dando saltos mientras lo leía!!
qué fuerte, que sí, que era él, que siiiiii....es una SEÑAL!! como la copa de un pinoooooooooooo!!
que me daaaa! qué tensión por dios! no puedes seguir haciendome esto!!!
un besitoooooooo
(tienes que ver serendipity, hazme casooooO!!)
Dime que es fruto de tu mente enfermiza de escritora, que a mí esas casualidades me ponen muy nervioso...
OMG!!
Apoyo la mocion de ohdiosa (que por cierto estoy locamante enamorada de tu nick), TIENES que ver Serendipity pero YA.
Un saludo.
Ohdiosa: No sé si sería una señal, pero he de confesarte que nuestra historia está llena de casualidades como ésta. Sé que crees en el destino; yo no. No me gusta pensar que alguien controla nuestras vidas. La película está bajándose ^^
Mariano: Pasó, de verdad (de la huena)
Merylspider: Supongo que OMG será Oh my God ^^ Y reitero: veré la película apenas se baje, os lo prometo.
Besicos de limón
Pasados ciertos años los sentidos se aguzan y las señales no lo parecen tanto...
A cuidarse
Vitote: Y si a eso le sumas que no creo en el destino...
Besicos de limón
vengo pasando hace un tiempo sin decir nada... pero bueno... no solo escribes bien, además uno no puede dejar de identificarse con lo que sucede, con lo que se siente...
Alansar: ¿De verdad te identificas con lo que escribo? Te diré que además de agradacerte todas y cada una de tus visitas y tu primer comentario, me gusta mucho ver que alguien se siente así.
Besicos de limón
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