La palabra de ti

A veces te odio porque por ti no escribo. No me dejas libre. Todo lo llenas tú.

Tu egoísmo está tatuado en todas y cada una de mis míseras líneas. Vivo pendiente del sueño inalcanzable de hallar La palabra mágica que encierre tus briosas pupilas.

Todo lo que sé es que no tiene cuatro letras.

Creo que tú sí la conoces, y por eso no dejas de alimentarme con miradas que desafían al azar. Deseas mi victoria. Supongo que te gusta ver cómo me dejo los ojos en esto, cómo escribo, trazo, desecho, creo y formo historias de ti. Y de mí.

Y pasan los días y crece la certeza de que estoy cerca. Cerca de poseerte.

Araño los trazos de tu rostro en busca de la perfecta definición de tu encanto. Haría comprender al mundo lo enfermizo y tortuoso de nosotros si existiera La palabra. Sí, La palabra que sea tú, como tú, todo lo que tú eres para mí.

Cuando descifre todo lo críptico que hay en ti, cuando el secreto de la fórmula exacta de tu adjetivo me sea revelado; entonces -y sólo entonces- espero poder idolatrar las letras que te describan sin sentir ese maldito escalofrío en la columna vertebral que acompaña tu presencia.

Sé que podría tenerte si consiguiera un cofre lingüístico que anudara tu alma salvaje por siempre jamás, si tuviera esa palabra que tanto miedo te da. Pero creo que entonces ya no serías tú.

Mis palabras te habrían robado algo.