sábado, 5 de mayo de 2007

El penúltimo sitio junto a la ventana

A veces, cuando la asignatura de turno no es capaz de retener con lazos de seda a esa amante caprichosa que es mi atención, mi mente divaga; contemplando el pequeño microcosmos que se gesta a su alrededor.
Me encanta observar a mis compañeros desde mi sitio -el penúltimo de la fila junto a la ventana. Con la espalda apoyada en el radiador -que está a la izquierda- y casi al fondo del todo, es el pupitre perfecto para mirar sus caras de rutinario aburrimiento o pasajero interés. Me he acostumbrado tanto a ese rincón y a los tres compañeros que me rodean...
El chico de detrás, por ejemplo.
Altísimo. Guapo. Su mirada es de color avellana, y su brillo deja bien claro que es un alborotador nato. Dueño de una potente voz, parece gritar cuando en realidad susurra. Siempre apostilla, nunca está de acuerdo con nadie. Murmura para sí en un tono apenas audible, renegado y combativo... Lástima que sólo yo pueda oírle: sus -en ocasiones- brillantes diatribas nacen y mueren anónimas. Es un alma vivaz, insatisfecha; de inteligencia aguda. Su gran defecto es una agresividad a flor de piel que surge enmascarada en cualquiera de sus comentarios. Tampoco sabe callarse a tiempo, y con frecuencia se embarca en argumentos suicida; cediendo con muy poca dignidad ante otros razonamientos mucho más lógicos y coherentes... Por suerte tengo mucha mano izquierda y un don para los mordaces; y he de decir que ahora que le he bajado los humos, es un gran compañero, agradable y de una sorprendente fragilidad interna. Tiene una sonrisa muy bonita, de niño. Como curiosidad, decir que es este mismo.
La chica de delante es harina de otro costal.
Sé que es inteligente, y sin embargo es estúpida. Tiene una lengua venenosa y un valor alimentado por el miedo de los demás a su ruindad. No duda en inventar mil y una historias retorcidas para devaluar a quien le cae mal; escudada en la indiferencia -e incluso temor- del resto. Con ella mantengo una eterna tensión verbal; en cada comentario que nos dirigimos hay un desafío -a veces velado, otras explícito- que corta el aire a cuchillo. Casi siempre opto por ignorarla, lo mejor para ambas, creo.
La chica de mi derecha, en cambio, es un encanto.
Muy tímida, trabajadora silenciosa y eficiente. Pálida, de cabellos negros y rizados. Vocecita. Sus movimientos pausados -tan diferentes de mi nerviosismo- consiguen acabar el examen o el trabajo en el tiempo dado, contra todo pronóstico. Sus esquemas y apuntes están siempre impecables, subrayados a lápiz para no ensuciar. Su letra tiene rasgos infantiles, pero se lee con claridad. Me cae bien, pese a que somos diametralmente opuestas. Ella, toda una fashion victim, siempre a la última -con buen gusto- es justo lo contrario que yo. Se divierte con mis comentarios en voz baja, sin escandalizarse, por muy atrevidos que sean. Funcionamos a la perfección pese a nuestras grandes diferencias. Creo que es por su dulzura.
Detrás de ella está un chico muy personal.
Tiene el pelo liso, con un largo flequillo que a él le queda bien. Ojos ligeramente rasgados -que le han granjeado el mote cariñoso de el Chino- y oscuros. Sigue todos los grupos de música un tanto indie-pop, independientes, de los que nunca nadie oyó hablar y que sin embargo queda muy bien decir que escuchas. A él le gustan de verdad. Fan de Oasis y los Arctic Monkeys, tiene un sentido del humor muy fino. Cuando ríe se le forma un hoyuelo en cada mejilla. Dibuja bien, y siempre es amable con todo el mundo. Nunca molesta; es un buen chico.
Hay muchos otros compañeros en mi clase, con sus rasgos particulares: La chica que siempre llega tarde, el amigo con quien armar jaleo. El eterno inquisidor, siempre planteando sus dudas, haciendo temblar al profesor de turno. El silencioso, el charlatán. El que suspende cinco pero es un gran chico; la que saca todo sobresalientes y es una víbora. El pijo, el alternativo, la gótica. La que corre a fumar en los baños, los que odiamos el tabaco. La que chista; se interesa por la explicación. El que se duerme sobre los apuntes. El genio de las matemáticas que suspende lengua. El inadaptado. El o la popular.
Yo les miro, y analizo sus personalidades, sus palabras. Siempre me gustó hacerlo. Y todos los días, en clase, reparto mis miradas entre la ventana y ellos.

7 comentarios:

Scarlett dijo...

Me recuerda a mis años de colegio, sentada siempre en mi asiento cada semana en un sitio porque rotábamos, observando a mis compañeros, nunca con la misma perspectiva (por eso del rotar) y siempre encontrando el mismo comportamiento en cada uno de ellos, ay...
O incluso ahora, en la uni, observo a mis compañeros, sus caras de aburrimiento, el fingido interés de algunas, las charletas de otras, algunos leyendo una revista fuera de lugar y otros mirando a la nada pensando en veteasaberqué...
Parece que hemos nacido para observar lo que nos rodea
Besitos

Betote dijo...

Una cosa que nunca cambiará: en todos los grupos "de barrio" o "de clase", siempre, siempre, hay alguien con el apodo de "El Chino" :D

nonamenosurname dijo...

Por un momento he sentido envidia de no estar en tu clase... creo que ahora me voy a sentar de vez en cuando en las filas de atrás para contemplar a la gente. ¿Qué sería yo? Soy de la fila de delante, para no distraerme, aunque reconozco que lo hago igualmente. En clase de economía he llevado a mi compañera de la derecha al "lado oscuro" porque el profesor le resulta muy atractivo y la despisto con mis comentarios... llevo bolis de mil colores, aunque es una estupidez porque luego paso todos los apuntes a limpio... ¿cómo me verán los de las filas de atrás?

Anónimo dijo...

Creo que ser observadora es una gran cualidad. ¿Cómo te definirían ellos? A veces se pueden sacar cosas muy interesantes de las personas por según como definen a terceras personas..
Es interesante, como tu clase, como la de todo el que piense que tu clase lo es y la suya no lo fue. Simplemente se trata de observar..

Reconozco que me hubiese gustado estar en tu clase ;)

:***

Mariano Zurdo dijo...

Tienes un buen ojo para la observación y una buena mano para describir lo que observas.
¿No te han dicho que está prohibido escribir/describir tan bien a tu edad?
Qué mala es la envidia, leñe...

Ohdiosa dijo...

yo también he hecho eso en algunas de mis clases "menos preferidas"...además mi sitio tambien estaba junto al radiador y poder apoyarte en él en pleno invierno es una delicia....aaayyy!!!

Zitrone dijo...

Scarlett: A ti, como a mí, te encanta observar. Es mi deporte preferido; e incluso hay veces que me absorbe completamente. Es por eso que a veces, en medio de una conversación, callo. Para mí es muy interesante tan sólo observar y escuchar... Disfruto con ello...
Betote: ¡Y tanto! 1000 millones de chinos está claro que son muchos...
Alizia: Te lo recomiendo vivamente; es muy entretenido y siempre se ve algo interesante. Además, conviene ver las cosas desde otro punto de vista...
Y_W: Es que en el fondo soy una romántica... Lo describo todo así, alargando detalles nimios pero que me parecen interesantísimos. Y según lo que dices... no sé qué se sacará de mi descripción de otros... ^^
Mariano: A contarlo en una carta al Vaticano tocan; que saquen una encíclica prohibiendo escribir y describir pero ya... :) Y como siempre gracias por tus cumplidos...
Ohdiosa: Observando el tiempo vuela. Y lo del radiador es un punto aunque sólo para apoyarse, porque soy una calores... Menos mal que puedo abrir la ventana... El contraste viento frío en la cara y espalda ardiente me resulta muy agradable...
Besicos de limón