He de reconocerlo: me gusta la Filosofía.
Es un ladrillo de asignatura, pero es que sus apuntes tienen el grosor justo -entre la fina línea entre la incomodidad y la comodidad- para echar una cabezadita sobre ellos en clase. Historia es demasiado gruesa; las Matemáticas tienen mucho número... La Filosofía es la solución.
Y dejando de lado esta desconocida pero útil aplicación de la susodicha asignatura, la Filosofía tiene su punto, y digo que lo tiene porque puedes descojonarte de las paranoias que dos o tres colegas se montaban en sus orgías desenfrenadas.
Un ejemplo es Descartes. Este personaje era un francés -ignoro si ya en sus tiempos nos tiraban la fruta- bastante raro. Lo primero que nos dice es que el mundo no existe.
Según Descartes, no podemos estar absolutamente seguros de que lo que estamos viviendo no sea un sueño; puesto que no podemos separar con certeza el sueño de la vigilia. Dice que puede que exista un genio maligno -hay que ver lo perjudicial que son las drogas duras- que nos haga creer que vivimos algo que no es real, y que además hace que nos equivoquemos en nuestros razonamientos:
-Muy mal, Pedrito. Tienes un cero en el examen.
-¡Pero seño, que no es mi culpa, que ha sido el genio maligno!
-Claro, claro, y ahora resulta que estamos soñando con que has sacado un cero...
-Pues sí, porque Descartes dice que...
-¡Ni Descartes ni ost... nada! ¡Cuánto daño ha hecho a la juventud este señor, virgen santísima!
Además, si el coleguilla Descartes dice que podríamos estar soñando y no darnos cuenta, entonces puede suceder que en este mismo instante estuviéramos soñando toda nuestra vida. Yo esto no me lo trago... Pero vamos a ver, señor Descartes, si de verdad soñáramos nuestras vidas, ¿no ocurriría que el mundo de los tíos estaría poblado de Elsas Patakys y el de las chicas de Georges Clooneys? ¿No nos daríamos cuenta?Ay...
Lo que además dice este señor es que ni siquiera podemos estar seguros de que existimos. Si unimos esto a lo anterior, resulta que podríamos tirarnos por la ventana y no pasarnos nada. Claro, como no existimos y encima estamos soñando... Para mí que el índice de suicidio aumentaría de forma cuanto menos alarmante. Total, por soñar con que la palmas...
A esto lo llama la duda metódica, esto es, dudar de todo, por muy cierto que parezca:
-¿Qué hora es?
-Las dos...
-¿Estas seguro?
-Qué sí, joder...
-Mira que la mente humana se ve afectada por el genio maligno y su poder...
-Trae el porro, anda...
-¿Estás seguro de que lo quieres?
-¡Vete a tomar por culo, tío!
-¿Seguro que sabes dónde está eso?
(El amigo no responde. Ha preferido suicidarse)
Las conclusiones que saco de todo esto son:
Descartes era un gilipollas -por dejarse robar el argumento de Matrix.
Descartes se fumaba cosas raras.
Descartes se aburría un huevo.
Pero, sin duda, la perla Cartesiana -sí sí, cartesiana, porque el tito Descartes inventó los putos ejes cartesianos que a tantos escolares han llevado a sufrir horrendas pesadillas con lo de x, y, z- es lo de "pienso luego existo". Para quedar de finolis lo dice en latín -cogito ergo sum- pero en realidad esta frase tan conocida resulta cuanto menos sospechosa.
Sospechosa porque va Descartes -René, si queremos tutearle- y dice que de lo único que puedo estar seguro de que exista soy yo. Es decir, que tiene un complejo de superioridad del copón, el franchute este... Dice que como pienso o dudo acerca de la existencia del mundo eso significa que yo existo. Y para más inri, a esto que piensa -o sea, yo- va y lo llama -manda huevos- cosa pensante.
Así que, además de quedarse calvo buscando el dichoso nombrecito, Descartes era un puto salido. Todo el mundo sabemos que ciertas personas piensan no con su cerebro precisamente, pero que encima esto lo diga un francés...