Ya están aquí...
La verdad es que he creado esta nueva entrada sin siquiera saber de qué voy a hablar... El día es bastante triste, de ésos en que llueve y las personas corren, como creyendo que más adelante no llueve, que no se van a mojar.
He visto un poco la tele y he comprobado, con terrible espanto y pavor, que comienzan los anuncios de Navidad. Más concretamente los de los juguetes.
Horror. El acabóse.
Hay juguetes tan tésnicos que Stephen Hawking se las ve y se las trae sólo para ponerles las pilas. Mis favoritos son esos muñecos diabólicos, tipo Nenuco o el más escatológico Cocolín, que lo único que hacen es cagar y mear ¡cagar y mear! ¡Habráse visto cosa que despierte menos ternura que un monigote haciéndoselo encima! ¿Pero cómo le puede gustar eso a una niña? ¡Hombre, por favor, que existen unos derechos infantiles!
Y otra cosa: ¿Quién es el friki que diseña esos bebés de plástico del demonio? Seguro que es el mismo que inventó el horrible y patético disfraz de Spiderman que todos los niños han querido poseer alguna vez. Sí, ese traje que les hace gordos a todos ¡Ese tío es un sádico!
¿Y cómo es que a Action Man no lo recluta Bush? ¿Y por qué persigue al malo de las barbas y el parche, el Doctor X ése? ¿Porque no se llevaba bien con el delfín o el perro perfectamente amaestrados que le ayudan en las misiones? ¿Y por qué, en los juegos de plastilina, nunca nada sale como en la tele y se te mezclan todos los colores? ¿Y por qué los Playmobil mujeres tienen la misma cara que los hombres?-Y el nuevo Cocolín caga, mea, tira mocos, vomita cuando no se gusta a sí mismo y se hace pajas cuando se está duchando.-¡Genial! ¡Me encanta jugar a ser mamá del s.XXI!-Y si pulsas este botón, te pide ropa de marca e inventa excusas para que no te enteres de que hace botellón con Pipo Gestitos. Además se tira a las hermanas Barriguitas y a sus... cositas.-¡Guau!
Pero lo pregunta más importante es... ¿Por qué, si la Barbie tiene tantas casas que le ha sacado al Ken, no ha salido en la Operación Malaya? Qué pareja tan extraña, la suya. Él frígido, sin comerse una rosca, con la virilidad de un tutú. Y ella siempre impecable, sin raíces, que parece que no respira, como las famosas...
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