lunes, 9 de junio de 2008

Hoy, triste (II)

Ayer sólo era capaz del silencio. Hoy piensa en la derrota.
Hoy, triste.
No debería torturarse así. Para qué. Si él no puede verla. Está a 205,6 kilómetros de distancia y a un milímetro infinito de quererla.
Sonríe. Pero... pero es una sonrisa triste.
Para no llorar se imagina que esto es una película. Que en algún momento antes de que lleguen los negros créditos y suene una marcha fúnebre, él la besará. O que existe un mágico botón de rebobinado directo al pasado, al tiempo de las ausencias y las oportunidades.
Y vuelve a sonreír. Esta vez es de verdad.
Muy racionalmente sueña con locuras. Sueña con 1500 días felices ajenos a ella. Con 48 periódicas horas de agonía. Sueña con el puto Verano. Aún le teme.
De repente imagina sus ojos gritando "No".
Y sonríe cuando una flecha venenosa se le clava en el corazón.
Hoy, triste.

miércoles, 4 de junio de 2008

Ojos árticos

Me miras,
y el primer disparo de francotirador
directo al corazón.

Con esos ojos árticos tuyos
tan cálidos.

Uf.

... Qué frío;
ya estoy ardiendo.

viernes, 30 de mayo de 2008

Manzanas envenenadas

... Dicen que si continúas
a algún sitio llegarás.
Siempre me gustó caminar.

Huye sin mirar atrás,
yo quizás estaré bien.

¿Ves?

Te sonrío,
aunque se me esté partiendo el corazón.

El olvido es un jardín del Paraíso
y tú su fruto prohibido;
tus ojos dos manzanas envenenadas
a las que -ya no puedo- renunciar.

sábado, 24 de mayo de 2008

De llamas y abismos

... Es cuando te asomas a un abismo; un puto precipicio insondable. Ni siquiera es un agujero negro, porque no te arrastra. Caes porque tú quieres. Aunque lo peor es cuando echas un vistazo cerca del borde y te das cuenta de que ves el final. Sabes qué es lo que te espera si caes.
Por eso tienes miedo. Porque lo sabes.
Entonces te dedicas a alimentar esperanzas. Deseos carnívoros que te consumen el alma. Son como llamas que queman incluso lo ignífugo; las quimeras de tu mente. Convierten en cenizas las fantasías. Cenizas humeantes, además.
Y por el humo se sabe dónde está el fuego.
Bajas a los infiernos y no puedes arder, dije una vez. Ahora, más que nunca, sé que es verdad. Sé que duele, que me dolerá; incluso ya me duele y no hago nada. Sigo sonriendo, intentando no pensar. Y disfrutando; dando un todo a cambio de un ¿nada?
... No nací ave fénix. Pero volaré si caigo al abismo. Y supongo que renaceré de entre las llamas.
Si estás ahí, sí.

viernes, 2 de mayo de 2008

Hoy, triste (I)

Ayer la primera prenda que sacó de su armario fue una sonrisa.
Hoy, triste.
Hoy, desnuda, querría vestirse sólo con su sombra.
Una camisa como la suya, con quizá dos o tres nanogramos de su aroma perdidos tras los botones. Unos vaqueros de chico, de bragueta infinita.
Pero no había nada de eso doblado en sus cajones, así que se conformó con una camiseta que gritaba a voz en escote.
Desayunó un café con cuatro terrones de un azúcar previsiblemente amargo. Desafió a su espejo, perdió la batalla y, de algún modo, supo que también la guerra.
Mañana, no sabía.
Hoy, triste.

miércoles, 30 de abril de 2008

Soneto al amianto

Noche malvada, noche envenenada,
no mires atrás, sonríe por favor;
le temo tanto a ese puede ir peor.
... La realidad tiene buena pegada.

Ciento veinte por sesenta segundos
y mi hierro cada vez más oxidado.
Terminó por caer el candado
que nos separa a los dos del mundo.

Bailé con mi muerte y no me mató.
Tal vez me quiera o quiera revender
este corazón que ya nadie cató.

Bajé a los infiernos y no pude arder.
El diablo -con amianto- fuerte me ató
a las quimeras y rosas del ayer.
Sí, sigo sin internet disponible y por ello sólo puedo escribir -y leeros, siempre aunque no tenga tiempo de comentaros- cuando vengo algún que otro fin de semana a casa. En una libreta se me acumulan ideas para relatos y poemillas que espero poder ofreceros pronto.
Mientras tanto seguiré agradeciendo infinitamente vuestras visitas y comentarios. Y, por encima de todo, vuestra comprensión. Gracias.

lunes, 24 de marzo de 2008

Un hombre solo

Él estaba allí, tan solitario como sólo un hombre solo puede estarlo.
Yo le observaba, mucho más cercana de lo que él suponía.
La pelirroja también estaba a su lado; como una gata coqueta. Él acariciaba su traje de cristal tibio con sus manos cálidamente frías. Ella. Oh, sí. Ella; brillando rojiza y seductoramente bajo las lámparas. Mirándolo con sus ojos de malta líquida. Deliciosa, y fascinante; llena de ángulos imposibles, eterna amante de los hombres solos.
(Como él)
Pero él no la miraba.
A mí tampoco.
Entre sus manos hacía girar un anillo. Aquel aro plateado bailoteaba torpemente entre aquellos también torpes dedos. Había salido de uno de ellos -del anular; dejando una marca roja, muda testigo de su larga estancia allí- y ahora danzaba con todos.
Polvo al polvo.
No quise interrumpirlo. Me pareció que pensaba en algo muy importante; aunque no supe por qué. Pero respeté su silencio.
Y entonces se puso el anillo otra vez.
Y seguía estando solo.
Aun sin conocerlo a fondo -o quizá sí- deseé que hubiera encontrado respuestas. Le supuse merecedor de ellas; aunque sus preguntas fueran terribles.