The Arcadian
Te tengo frente a mí. Y lo que veo no eres tú.
No hay piel estratégicamente anudada en torno a tus huesos. No hay ya esos ojos―portales interdimensionales al fondo de tu alma. No hay tendones, no hay sangre; no hay siquiera un corazón ladrando un S.O.S. al ritmo de código morse.
No.
Te has convertido en un edificio; en el Arcadian de Ted Mosby. Eres un gran trasto inútil, pretencioso monumento a una época dorada que hoy se ha vuelto gris. Protegido tras el cemento y armado con hormigón ídem olvidas, sin embargo, que sé ―todo el mundo sabe― que existe un botón rojo que te derruirá en segundos.
Lo pulse o no, tarde o temprano, caerás. Mi amor... tú ya no sirves para el amor.
Y de tus escombros quizá reinvente la casa de mis sueños. Y tal vez ―por favor, por favor― se cierre el círculo, el ladrillo se torne carne de nuevo, y me traspasen otros ojos.
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