
... Frente al
espejo intento
desnudar tu visión.
Abro la
boca y de mis encías parten unos dientes
corrientes, con los i
ncisivos inferiores formando una empalizada algo desordenada,
sí; pero
dientes al fin y al cabo, no terribles
colmillos. Del mismo modo mis
labios son
como los tuyos, aunque el superior parezca trazado con
tiralíneas.
Después observo mis
ojos. Amarillean a la luz del sol y son de un
extraño color oliva,
sí; pero sus
pupilas no son verticales como las de los
hombres lobo. Y sus capilares
púrpuras no revientan, así que
el blanco de mis ojos sigue siendo eso;
blanco.
Mi
nariz -antes odiada- es
aguileña y de punta fina, trazando una visible
cordillera en mi perfil. No es una
preciosidad. Pero existen muchas otras narices
humanas como la mía.
Bajo la vista hacia mis
manos. Observo unas
uñas que hace años que no muerdo.
Uñas imperfectas de blanda
queratina y media luna bien visible; pero
uñas y no afiladas garras.
Manos sin vello, verrugas o escamas en el dorso.
Simples manos.
Descompongo mi
cuerpo en otras tantas partes
imperfectas pero humanas. No consigo ver ningún
monstruo.
... Así que
no sé de qué tienes
miedo.