viernes, 23 de febrero de 2007

Por mis coj...

Esa arraigada tradición nuestra, tan castiza ella, de hacer las cosas por cojones, no es tan nuestra como creemos.... La inventó Hume. Sí, el pirado de las bolas de billar... Se ve que perdía todas las partidas y se puso a maquinar nuevas paranoias. Se encendió un porro y a pensar tocan...
Nuestro amigo dice que si el ser humano está convencido de algo es imposible convencerlo de lo contrario. Muy bien, Deivid. En mi pueblo eso se llama cabezonería, joder. Y sin petas te lo digo.
Luego añade que si esa disposición de nuestra naturaleza -qué fino el amigo- es así se debe a que hay un algo -ajá- en nuestro interior que nos lleva a seguir nuestras preferencias con tesón. Lo llama sentimiento; y lo describe como una poderosa fuerza irracional que nos lleva a pensar algo pese a que ni la razón ni la experiencia nos lleve a demostrarlo con absoluta claridad:
-¡Anda mira! ¡Un pavoroso incendio forestal!
-¡Ten cuidado, Hume! ¡Te vas a quemar!
-Pero qué dices, si no hay ningún poder en el fuego que haga que me queme...
-¿Estás tonto o qué? ¡Que te digo que te achicharras, o'tia!
-Ni empírica ni racionalmente constato tal causa de quemaduras de las que me hablas en el fuego, así que me daré una vuelta y ya verás como no pasa ná.
-¿Qué? ¡Te vas a matar!
-Pero vamos a ver: ¿Tú ves algo en el fuego que te diga que quema, eh?
-Pero... pero...
-¿Lo ves?
-...
-¿Sí o no?
-...
-¡Ay, listo, que eres un listo! Menos mal que estoy yo para mostrarte que no hay nada en el fuego que... ¡¡¡¡AAAAARGGHAHHHHAHAH!!!!
Así que al sentimiento de Hume yo lo llamo un por mis cojones. Y punto.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Ojos que no ven

A veces me pongo a pensar en lo mucho que me gusta observar. Diríase que mis ojos existen por y para la observación más o menos aguda.
Es imposible aburrirte si miras a tu alrededor. Siempre habrá algo nuevo, algo terrible y oscuro, una luz brillante que nuestra mirada pueda captar. Y cuando lo hace... ¡oh, cuando lo hace! En ese momento noto un cosquilleo en la boca del estómago, un extraño regocijo interior, un calor en las mejillas... Es porque mis ojos han descubierto algo, han vuelto a caer en la trampa, en el embrujo de la imagen.
La fascinación que puede llegar a provocar una visión no se expresa con palabras que corten ese entusiasmo, esa alegría pura y profunda que nace de las entrañas. No. Sólo puedes mirar y ver qué se siente. La mirada completará esas palabras imposibles por ti. No temas. Tan sólo mira.
Lo que me impulsa a observar es mi propia disposición, mi naturaleza. Algunos lo llaman curiosidad; otros temeridad -falta de respeto incluso- Sólo unos pocos lo entienden y sonríen con indulgencia... Se ve que ellos también miran. Me siento como en casa.
Dejad que os mire, no os molestaré, jamás advertiréis mi presencia... Os miro y os comprendo, pues vuestras actitudes y palabras hablan de vosotros mucho más de lo que os gustaría. Yo observo sin más. Y aprendo. Vaya que si aprendo.
Este es mi consejo:
Abre los ojos.
Mira, observa.
Míra mucho, mira allí, allá, mira cerca o lejos de ti.
Míralo todo.

martes, 20 de febrero de 2007

Disfraz

Hoy me disfrazo de Alexander DeLarge.

Yo siempre he creído que su ojo derecho, con sus largas pestañas postizas tiene algo de mágico, unos superpoderes incorporados que seguro te dan risa de loca y mirada extraviada. Así que he cogido mis tirantes, botas, bombín y bastón y esta noche le cantaré a la lluvia.... Pero sin golpear indigentes mientras.

Quiero así saber qué se siente en libertad. Porque Álex es libre en su película.

Quiero ir de ese blanco inmaculado que tan bien disimula la mierda interior. Quiero poder hacer reverencias irreverentes con ese sombrero tan formal. Quiero llevar un bastón azabache que no sirva para caminar. Quiero sonreír sin sonreír. Quiero engañaros y que creáis que soy una buena chica. Quiero encarnar el dibujo que hice en clase de Lengua. Quiero ser limón, naranja o lima mecánica y contarlo. Quiero que la gente recuerde que vio esta película a escondidas o no. Quiero sacar sonrisas, malos y buenos comentarios, acompañar a mi amiga de Audrey Hepburn. Quiero miraros a todos por entre mil capas de rímel, escondida tras esas pestañas. Mientras tanto mi ojo izquierdo verá el mundo sin disfraces.

Y luego decido qué me gusta más.

domingo, 18 de febrero de 2007

Elegía al elegir

Elige como en Trainspotting.
Elige que tu vida sea lo que elijas.
Elige cuáles serán tus propias elecciones,
elige levantarte sonriente;
quedarte 5 minutos más,
elige no levantarte nunca.
Elige que tus besos no sepan a mierda;
elige el carácter como droga por tus venas.
Elige reírte de tu sombra;
que tu sombra también elija reírse de ti.
Elige lo que te parezca mejor,
elige consejos baratos de manual de autoayuda,
elige otra cosa si crees que sabes elegir.
Elige valor y al toro,
elige tenerlos bien puestos,
elige no elegir el miedo.
Elige pasar sin hacer ruido por la vida,
elige ser ídolo de masas,
elige taparte la cara al salir de tu casa.
Elige ser un héroe
o elige heroína;
elige coca-cola
o bien cocaína.
¿Elige siempre lo correcto?
Tú elige y ya se verá.
Elige elegir y no pensar,
elige pensar qué elegir;
hay tanto por elegir...

viernes, 16 de febrero de 2007

Operación Bocata 2007

En mi colegio, todos los años, hacemos el Día del Ayuno Voluntario o -para que suene menos pedante- la Operación Bocata. Participan todos; desde los enanos de Infantil hasta los mayores de Bachiller.
O sea; que llevo 14 años de mi vida -los mismos que llevo en este colegio- comiéndome bocadillos de tortilla que constituyen un auténtico peligro para la salud pública.
¿Que por qué digo esto?
Pues porque cuando eres peque - y tu única preocupación es ganar ese tazo de Charmander- te comes la tortilla y ni te fijas en cómo sabe. Según van pasando los años vas oyendo esa mítica leyenda escolar de que los mayores escupen en los bocatas...
Y experimentas una extraña mezcla de asco y fascinación.
Y deseas ser tú quien haga la Operación Bocata para que esa digna leyenda se cumpla al fin.
Y mientras te comes el bocata; con gapos o sin ellos.
Llega un buen día -en mi caso hoy- que alcanzas 2º de Bachiller; y entonces te toca organizar todo el tinglado a ti. Tú que de pequeña pensabas que aquello era un acto calculado al detalle, más organizado que la pasarela de la Cibeles, te llevas un chasco cojonudo al ver que se hace en el mismo día... Te dicen que lleves dos tortillas y ahí está tu santa madre, pelando patatas; que al verla piensas en los reclutas patosos de la mili... Y tú cortando cebolla; llorando como una magdalena... Y haciendo fútiles esfuerzos para no zamparte un trozo de tortilla.. Al final consigues que terminen enteras.
Total; que llegas al cole con tus dos tortillas en su bolsa del Carrefúr. Los más sofisticados con el tupper; los más normalitos con dos platejos de plástico. Dejas tus tortillas y lamentas no haberlas marcado con un rotring; puesto que madre no hay más que una y ¡madre! ¡Cómo hace tu madre la tortilla!
Los encargados de hacer los bocatas son los pringados del curso: delegados, subdelegados y demás tropa. Se perderán clase, ; pero tú has estado como una señora viendo el Imperio Romano en Historia y ellos mientras cortando barras de pan del Lupa.
Cuando ya tienes bocatas pa' parar un tren los sacas al patio en unas mesas viejas donde se lee "el de Mates es un cabrón". Pones la coca-cola -que también hay siempre algún tonto que las compra y carga con ellas- y te dispones a repartir. Pero aún faltan un par de detalles:
Hay que poner a alguien cobrando por los bocatas. Si 3€ les parece muy caro, que se jodan. Todos los años sube y sube... Me río yo del barril de petróleo.
También hay que ponerse con unas cartulinas con los cursos para que vayan cogiendo el bocata en orden. A mí me tocó -qué casualidad, oye- "su" clase. Esto nunca funciona y siempre se te cuelan. Me importa un comino, porque bienaventurados los últimos porque serán los primeros...
Así que repartes bocatas. No, miento vilmente. Reparten.
¿Quiénes? ¡Pues la élite escolar, evidentemente! Sí hombre, esos que son los populares del curso, a los que les encanta estar en todas estas cosas pero que luego ponen cara de tengo-una-rata-muerta-bajo-la-nariz-y-no-puedo-poner-más-cara-de-asco-porque-yo-lo-valgo...
Y para terminar, en esta Operación Bocata 2007 destacaré una horrenda visión: algún desalmado trajo una tortilla -si es que puede aplicarse tal nombre- paliducha, de color post-it, más dura que una viga de acero y con unos grumillos muy sospechosos... Tal vez la leyenda sea cierta...

miércoles, 14 de febrero de 2007

No sé qué decir

Si digo que odio San Valentín me llamarán soltera amargada y/o envidiosa.
Si digo que me gusta San Valentín me llamarán consumista y/o comercial.
Si digo que ni fu ni fa nadie me creerá.
...
¿Qué digo de San Valentín?

martes, 13 de febrero de 2007

La bola negra del rebaño

Me habían dicho que el amigo Hume -David para sus coleguillas de profesión, pero sin tilde que es inglés- había dicho no sé qué sobre las bolas de billar. Como me encanta ese juego, pensé en echarle un vistazo a su teoría.
Resulta que este inglés dice que nuestro conocimiento -qué manía con saberlo todo- se fundamenta en las relaciones de causa y efecto. Y se queda más ancho que pancho -comprobando satisfecho cómo nadie había entendido un carajo- aunque como era mucho más listo que nosotros, pobres ignorantes de la plebe, tuvo a bien procurarse de un ejemplo que seguro abriría nuestros incultos -y cortos de mira- ojos: el juego del billar.
Dice que... si una bola choca contra otra... ésta se mueve.
Joder, eso te lo digo yo sin darme tantos aires, David. Así que cúrratelo un poquito o me paso a Platón.
Así que Hume -supongo yo que se daría cuenta de lo mal que había quedado- intenta justificarse diciendo que siempre que vemos una bola de billar moviéndose hacia otra creemos que ésta va a desplazarse con el choque. Como tampoco aclaró mucho la cosa que digamos, dice que si hubiera un mecanismo -qué mente retorcida tiene el cabrón; por su culpa miro compulsivamente bajo las mesas de billar- bajo la mesa que hiciera que la segunda bola, sin chocar con la primera se moviera no lo percibiríamos.
¿Y esto por qué? ¿Porque somos miopes? ¿Porque no estábamos atentos? Pues no.
Según la mente privilegiada del amigo Hume, esto es porque no percibimos "el poder". No, no, no lo sacó de una secta, yo creo que más bien de la enseñanzas de su tron el Doctor Maligno tras una farra monumental... Bueno, que me salgo del tema... Lo que quiere decir es que no hay nada en la supuesta causa -la primera bola- que nos haga suponer que es dicha causa del efecto -movimiento de la segunda bola tras el choque. Por último -ya era hora, que se me salen las bolas de billar por las orejas- dice que como conclusión podemos afirmar que las relaciones de causa y efecto, base de nuestro conocimiento, no son constatables ni empírica ni racionalmente.
O sea, que la típica partida con los amigos, en compañía de Hume sería como sigue:
-Venga tira, que tienes la azul a huevo.
-No sé, no sé... ¿Y si mi tiro no es causa de que se meta en el agujero?
-Déjate de tonterías, Hume, y tira...
-¡Si no puedo constatar empíricamente mi éxito y la consiguiente capacidad de la bola blanca de ser causa del movimiento de la azul no tiro!
-Mira Hume, que te zurzan... Ya estoy harto...
-¿O sea que mi actitud es causa de ese efecto que es tu enfado?
-¡Como no te calles este taco será causa de ese efecto que será tu muerte!

domingo, 11 de febrero de 2007

La juventud

Lo veo todos los días. Todos los días tuerzo los labios en una sonrisa sardónica, que no expresa alegría; sino pura y dura ironía.
Ante la visión no puedo por menos que reír, reír internamente. Si ellas me vieran morirían de depresión. Es la risa de la que ve cómo la juventud se suicida. La risa de quien observa en asiento de primera fila la estupidez del género humano. La risa de quien se sabe a salvo.
Observo todos los días un puñado de adolescentes que no son como yo. Decididamente no. No quieren parecerse a mí; y no les culpo; puesto que yo tampoco deseo parecerme a ellas.
Son ya muchos años de conocernos; quizá trece, catorce... No sé. Mis ojos han visto cómo los ladrillos de su personalidad iban apilándose. Malas uniones entre ellos; cerámica de baja calidad, demasiada prisa en levantar el edificio... El resultado es una mente inmadura, superficial, aburrida.
Incapaces de tomar decisiones, de llevar las riendas de su -ridículamente triste- vida. Son esclavas del dueño de sus sábados -el alcohol- y de los trapitos de moda. Se horrorizan ante la visión de un simple Zara, se jactan de poseer un armario repleto de DKNY, Dolce&Gabanna, Adolfo Domínguez y algunas prendas de El Niño, Roxy o Pepe Jeans.
Todo el mundo sabe de su relación con Baba, el simpático marroquí del mercadillo de los sábados.
Amigas hasta la muerte; sí, pero con el puñal trapero tras la espalda, siempre a punto para degollar amistades íntimas. Con más riñas y reyertas entre ellas que muchos países conflictivos; todo un código de etiqueta en sus dos besos -más bien seco choque de pómulos- con los que tan bien fingen las bienvenidas. Corrillos en los recreos; comité oficial de crítica de ropa y relaciones personales; en sus manos está el ser bien visto o no.
Jóvenes en sus rostros -la capa de pote en ellos debería ser considerada un ochomil- pero viejas de corazón; lenguas que rezuman veneno cuando alguien pasa a su lado. Cotilleos de Súper Pop hicieron de ellas lo que son.
Qué terrible es que se compren los mismos pantalones; suplen su corta estatura con tacones de vértigo. Creo que siguen esa nueva religión que rinde culto a las planchas del pelo...
Por ellas sigue en antena Operación Triunfo, se lo graban cuando tienen exámenes, y aunque todos las tienen por empollonas -y lo son, además de pelotas redomadas- no es extraño que acaben tocadas por dos o tres o cinco o seis suspensos.
Pero qué más da; son monísimas... Sonrío para mis adentros; una carcajada que más bien parece una tos.
Blanco de las burlas de aquellos por cuyos huesitos se mueren. Frustradas en general en todos los aspectos de su vida, autolimitantes de su propia libertad, ignorantes de lo que suceda más allá de sus francesitas, ilusas que creen que el color dorado -a lo burbuja de Freixenet- las sienta bien...
Y yo convivo con ellas -y ellos- todos los días.
Y me descojono.

jueves, 8 de febrero de 2007

El tito Descartes

He de reconocerlo: me gusta la Filosofía.
Es un ladrillo de asignatura, pero es que sus apuntes tienen el grosor justo -entre la fina línea entre la incomodidad y la comodidad- para echar una cabezadita sobre ellos en clase. Historia es demasiado gruesa; las Matemáticas tienen mucho número... La Filosofía es la solución.
Y dejando de lado esta desconocida pero útil aplicación de la susodicha asignatura, la Filosofía tiene su punto, y digo que lo tiene porque puedes descojonarte de las paranoias que dos o tres colegas se montaban en sus orgías desenfrenadas.
Un ejemplo es Descartes. Este personaje era un francés -ignoro si ya en sus tiempos nos tiraban la fruta- bastante raro. Lo primero que nos dice es que el mundo no existe.
Según Descartes, no podemos estar absolutamente seguros de que lo que estamos viviendo no sea un sueño; puesto que no podemos separar con certeza el sueño de la vigilia. Dice que puede que exista un genio maligno -hay que ver lo perjudicial que son las drogas duras- que nos haga creer que vivimos algo que no es real, y que además hace que nos equivoquemos en nuestros razonamientos:
-Muy mal, Pedrito. Tienes un cero en el examen.
-¡Pero seño, que no es mi culpa, que ha sido el genio maligno!
-Claro, claro, y ahora resulta que estamos soñando con que has sacado un cero...
-Pues sí, porque Descartes dice que...
-¡Ni Descartes ni ost... nada! ¡Cuánto daño ha hecho a la juventud este señor, virgen santísima!
Además, si el coleguilla Descartes dice que podríamos estar soñando y no darnos cuenta, entonces puede suceder que en este mismo instante estuviéramos soñando toda nuestra vida. Yo esto no me lo trago... Pero vamos a ver, señor Descartes, si de verdad soñáramos nuestras vidas, ¿no ocurriría que el mundo de los tíos estaría poblado de Elsas Patakys y el de las chicas de Georges Clooneys? ¿No nos daríamos cuenta?Ay...
Lo que además dice este señor es que ni siquiera podemos estar seguros de que existimos. Si unimos esto a lo anterior, resulta que podríamos tirarnos por la ventana y no pasarnos nada. Claro, como no existimos y encima estamos soñando... Para mí que el índice de suicidio aumentaría de forma cuanto menos alarmante. Total, por soñar con que la palmas...
A esto lo llama la duda metódica, esto es, dudar de todo, por muy cierto que parezca:
-¿Qué hora es?
-Las dos...
-¿Estas seguro?
-Qué sí, joder...
-Mira que la mente humana se ve afectada por el genio maligno y su poder...
-Trae el porro, anda...
-¿Estás seguro de que lo quieres?
Vete a tomar por culo, tío!
-¿Seguro que sabes dónde está eso?
(El amigo no responde. Ha preferido suicidarse)
Las conclusiones que saco de todo esto son:
Descartes era un gilipollas -por dejarse robar el argumento de Matrix.
Descartes se fumaba cosas raras.
Descartes se aburría un huevo.
Pero, sin duda, la perla Cartesiana -sí sí, cartesiana, porque el tito Descartes inventó los putos ejes cartesianos que a tantos escolares han llevado a sufrir horrendas pesadillas con lo de x, y, z- es lo de "pienso luego existo". Para quedar de finolis lo dice en latín -cogito ergo sum- pero en realidad esta frase tan conocida resulta cuanto menos sospechosa.
Sospechosa porque va Descartes -René, si queremos tutearle- y dice que de lo único que puedo estar seguro de que exista soy yo. Es decir, que tiene un complejo de superioridad del copón, el franchute este... Dice que como pienso o dudo acerca de la existencia del mundo eso significa que yo existo. Y para más inri, a esto que piensa -o sea, yo- va y lo llama -manda huevos- cosa pensante.
Así que, además de quedarse calvo buscando el dichoso nombrecito, Descartes era un puto salido. Todo el mundo sabemos que ciertas personas piensan no con su cerebro precisamente, pero que encima esto lo diga un francés...

martes, 6 de febrero de 2007

Me pregunto

Me pregunto qué clase de abejas
extrajeron de las flores verdes
y de las plantas carnívoras
su aroma
y su dulce ferocidad.
Me pregunto
por qué lo llevaron a su panal
y después a tus ojos.
Me pregunto por qué tus ojos
son de miel.

Me pregunto quién invocó magia negra
y hechizó tu mirada
tiñéndola de ciencia ficción.
Me pregunto si alguien
conoce el enigma de tu por qué.
Me pregunto si alguien querría saberlo.

Me pregunto si preguntarse
tiene ya sentido.
Me pregunto si la gente pregunta.
Me pregunto si debo preguntar.

Pero, espera.
Espera.
Tus ojos no temen mis preguntas.
Por fin entiendo...
Me pregunto tantas cosas de tus ojos
que no veo
que la respuesta está en dichos ojos.

lunes, 5 de febrero de 2007

Lluvia

Hoy llueve en esta pequeña ciudad.
Llueve en la calle; el agua repiquetea sobre los tejados, moja el suelo, arruina cabellos cuidadosamente alisados, hace que se discuta sobre la conveniencia o no del paraguas.
Cuando llueve odio la lluvia; y me viene a la mente una frase de mis venerados MClan:
Tengo agua en los zapatos, llevo seco el corazón.
Así me siento hoy. La ausencia de sus ojos pudre y marchita eso que llamamos emociones. Cierto que son tenaces, y brotan casi de inmediato con fuerza -me dicen optimista por ello- pero sufren una pequeña muerte todos los días. Hasta que me mira.
No sabría decir si ese compendio de muertes es lo que de verdad importa y tiene sentido de mi vida.
No sé si vivir un día tranquilo y feliz es la verdadera felicidad. No sé.
Sé que puedo reponerme de casi cualquier herida emocional. Sé que de eso se alimenta mi razón -en la que creo firmemente- así que no tengo por qué preocuparme. O a lo mejor , pero amo el riesgo casi tanto como sus ojos.
Creo que mi vida merece ser vivida por esa emoción. El día en que ya nada me sorprenda, el día en que todo sea igual, el día en que no me pille mirándolo a hurtadillas...
Ese día negro sabré que todo ha terminado.

sábado, 3 de febrero de 2007

Everyday

Estoy en clase; pero sin embargo no estoy.
Miro por la ventana y el cielo, burlón, me reta a salir afuera; a un duelo cara a cara. Niego con la cabeza; sus ojos azules no me dicen nada. Hace un calor de mil demonios; este radiador me destroza la piel. Puedo notar como una gota de sudor se desliza por mi sien.
Suspiro.
Hay una mujer en la pizarra, diciendo no sé qué de las reacciones químicas. Por sus ojos acusadores deduzco que quiere decirme algo. No sé. Qué pasa, qué quiere de mí... ¿No ve que estoy pensando en sus ojos?
Ya . Quiere que corrija un ejercicio. Me levanto de mi silla -que tiene miedo a la soledad, así que la juro volver- dejando en ella mis pensamientos. No todos se quedan. Algunos -los más fuertes- se agarran a mi mano con sus garras amarillas. Les sonrío a escondidas y ellos me aprietan un poco más.
Estoy en la pizarra. Cojo una tiza y me estremezco -sus manos son mucho más suaves. Creo que tengo que escribir una reacción, y no sé los elementos. Si por fuera, los reactivos serían sus ojos, y mi corazón el producto. Pero no. En una reacción como esa se liberaría demasiada energía, diría mi profesora de química. Así que niego mentalmente y amenazo un poco -sólo un poco, más no puedo- a su recuerdo.
Mal que bien, salgo del paso; aún intoxicada de sus ojos. La mujer observa mi apatía; pero no me dice nada. El ejercicio está perfecto, así que me vuelvo a mi sitio.
Mis ojos se fijan casi instantáneamente en la ventana. A través de ella -ignoro las burlas del cielo y de sus ojos azules- veo la ventana de otra clase. La de su clase. Con fijeza y obsesión miro; sé que si me concentro quemaré el vidrio y él sonreirá. Así que miro.
Todos los días.

jueves, 1 de febrero de 2007

Rock de garaje

Sonríes con la sonrisa del millón de dólares
que tan bien conozco,
miro tus pantalones azules
como la noche en Cuba
para huir de tus ojos.
eres el responsable del suicidio
de mis neuronas inocentes.
Se suicidan porque no te pueden amar.
Entonces hablas con tu voz ronca,
aguardientosa,
de cantante de rock de garaje.
Y dejas en mí
de sílabas un tatuaje.
Los años no pasan por ti
por miedo a encandilarse
y no dejarte envejecer;
la dama Muerte ansía besarte sin matarte.
Le han dicho que tus labios no pueden morir.
La causa principal de locura femenina
eres, maldito.
Y no te das cuenta.
O finges muy bien.
No sé.